
Epicteto, más que un filósofo, fue un moralista, volcado más en la práctica que en la teoría y pensaba, por ejemplo, que donde el hombre debía probar su valía era en la vida cotidiana, en el contraste con la realidad.
Algunas señales del que progresa en el estudio de la sabiduría: a nadie censura, a nadie alaba, no se queda de nadie, y no acusa a nadie, no habla de sí como si él fuera o supiera algo. Epicteto
El alma es como una ciudad sitiada: detrás de sus muros resistentes vigilan los defensores. Si los cimientos son fuertes, la fortaleza no tendrá que capitular. Epicteto
Engrandecerás a tu pueblo no elevando los tejados de sus viviendas, sino las almas de sus habitantes. Epicteto
No son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir, sino lo que nos decimos sobre estas cosas. Epicteto