La Religiosidad verdadera exige humildad y modestia
Adolfo Kolping

Frases de Adolfo Kolping - La Religiosidad verdadera exige humildad y modestia

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Nosotros defenderemos nuestra isla, lucharemos en las playas, lucharemos en los campos de aterrizaje, lucharemos en los campos y las calles, lucharemos en las colinas; y... Nosotros Nunca nos rendiremos
Winston Churchill
El amor nace del deseo repentino de hacer eterno lo pasajero.
Ramón Gómez de la Serna
Tengo que escoger lo que detesto: o el sueño, que mi inteligencia odia, o la acción, que a mi sensibilidad repugna; o la acción para la que no nací, o el sueño para el que no ha nacido nadie. Resulta que como detesto a ambos, no escojo ninguno, pero, como alguna vez tengo que soñar o actuar, mezclo una cosa con la otra.
Fernando Pessoa
La victoria es del más perseverante
Marlene Dietrich
Aproveché que estaba libre de servicio para casarme, no fuera que malos vientos se me llevaran a la novia en otra dirección.
Louisa May Alcott
No conozco mejor entretenimiento que leer novelas: enseña otros mundos, cómo se vivía en otras épocas, está muy presente la memoria, conmueve, rescata del aburrimiento, te hace pensar en la esencia del ser humano, a veces te ríes mucho, es barato y no deja resaca.
Use Lahoz
El más rico de todos los hombres es el ahorrativo, el más pobre, el avaro
Nicolas Chamfort
No es arte pequeño el de dormir: para llegar a dominarlo hay que pasarse todo el día despierto
Friedrich Nietzsche
Ya habéis visto los duros epítetos que los órganos del gobierno han arrojado sobre esta manifestación. Se ríen de los derechos políticos, de las elevadas doctrinas, de los grandes ideales, befan a los líricos, a los retardatarios que vienen con sus disidencias de opinión a entorpecer el progreso del país.
Leandro Alem
Acaso no haya nada tan considerable en la historia de los cristianos como Rancé rezando a la luz de las estrellas, apoyado en los acueductos de los césares, a la puerta de las catacumbas: el agua se lanzaba con fragor por encima de las murallas de la Ciudad Eterna, mientras la muerte, abajo, entraba silenciosamente en la tumba.
François-René de Chateaubriand